Aunque en ese momento aún no sabía cómo y me convertí en mujer-orquesta de mi primera empresa, al observar y comparar cómo funciona el entorno de las startups -donde en ese momento trabajaba- me di cuenta, agotada, que en el mundo digital faltaba una pieza.
Faltaba un profesional que gestionara y dirigiera las pymes digitales y liberara al fundador de todos los frentes que no son su área de genialidad.
Y me convertí en ese profesional.
Project Manager Digital.
Dirigí y gestioné docenas de empresas, proyectos y equipos digitales.
Llegué a tener una lista de espera de 2 años para trabajar conmigo.
Pasé de dar servicios a consultoría para poder ayudar a más empresas, pero seguían llegando emprendedores agotados en busca de ayuda pidiéndome referencias de algún PMD para contratar en su equipo…
Así nació la primera Escuela en español de Project Manager Digitales.
Y me convertí, de nuevo, en fundadora y líder de una empresa.
Esta vez seleccioné, contraté y formé un gran equipo.
No quería vivir, de nuevo, exhausta encargándome de cada detalle de mi negocio.
Pero volví a caer en el agotamiento.
Esta vez el motivo era diferente.
Había creado una empresa que no quería.
Que no reflejaba mis valores.
Que no construía la vida que yo anhelaba, aunque pudiera ser un ejemplo de negocio exitoso de puertas hacia fuera.
Pero a esas alturas de mi camino sabía muy bien qué tenía que hacer.
PARAR y REFLEXIONAR
En ese momento llevaba la dirección de cientos de empresas a mis espaldas y varios años viviendo en Asía, formándome en distintos países y disciplinas que me ayudaron a conectar el mundo espiritual con los negocios.
Y con una calma que había aprendido a crear y mantener dentro de mí TOMÉ DECISIONES.